Santa Laura nació en Jericó, Antioquia (Colombia) en 1874 en una familia muy cristiana. Cuando tenía dos años, su padre fue asesinado en una época dura para el país y su familia quedó en la orfandad y la pobreza.
En medio del dolor aprendió la importancia del perdón. Un día Laurita le preguntó a su madre quién era esa persona por quien rezaban siempre y ella le respondió que era por aquel hombre que asesinó a su padre.
Siendo joven estudió para ser maestra y así ayudar en el hogar, pero no faltaron las incomprensiones e incluso calumnias que mancharon su fama. Es así que golpeada por los problemas, Laura encuentra refugio en la oración y pudo continuar su tarea pedagógica, convirtiéndose en una líder de su tiempo.
Madre Laura, siempre tuvo la inquietud de evangelizar a los indígenas. Al buscar apoyo para esa causa, decidió viajar a Roma y hablar con el Papa Pío X. Cuando tenía todo listo para el viaje, se acercó a visitar a la Inmaculada en la Catedral de Medellín.
Allí, frente a la imagen de la Virgen, oró así: “Mira Señora, este dinero. Es el fruto de economías de muchos años y va ahora a gastarse en hoteles y barcos. Y todo porque tú, Señora mía, me dejas sufrir sola y no me haces el mandado a Roma”.
“Esta misma noche, preséntate, te lo ruego, al Santo Padre y cuando él ponga la cabeza en la almohada, hazle sentir los gemidos de los pobres salvajes del mundo y compromételo a hacer algo por ellos". Y Añadió: “Suspendo el viaje, mientras me traes la respuesta del Papa".
A la salida del templo, le preguntó a un amigo sacerdote cuánto se demoraría en venir una carta desde Roma y él le contestó que más o menos mes y medio. Al cabo de ese periodo, el Pontífice publicó la encíclica “Lacrymabili Statu Indorum" (El lastimoso estado de los indios), y pidió a los Obispos ayudar a los grupos humanos marginados de la civilización y la Iglesia.
Junto a sus seguidoras, trabajó en la evangelización de los indígenas y en 1914 funda la familia religiosa “Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Sena”.
Cuenta Santa Laura que una vez, estando en oración ante el Santísimo, vio mentalmente que muchas culebras y fieras se pusieron al frente. Dios les ordenó a los animales que a ella y a sus discípulas no les hicieran nada y que tampoco recibirían daño. Hasta hoy no se conoce que alguna religiosa de las “Lauritas” haya sido atacada.
La mayoría de los indios ignoraban sus derechos y se consideraban inferiores a los animales por lo que Madre Laura los ayuda a reconocer su condición de racionales y luego como hijos de Dios. Más adelante alentó a la Iglesia y al gobierno para que esta población sea integrada en el contexto nacional, con respeto a su lengua y tradiciones.
Esta sed de hacer conocer a Jesucristo se resume en su famosa frase: “Dos sedientos, Jesús mío: Tú de almas y yo de saciar tu sed”. Asimismo, una de las primeras oraciones que la Santa enseñó a los indígenas fue la jaculatoria: “María, madre mía, sálvame”.
Apoyada por unos, perseguida por otros, y mirada como mujer excéntrica, las dificultades no la desanimaron y logró gran influencia en la visión pastoral latinoamericana.
Después de pasar 9 años en silla de ruedas y de sufrir una larga y penosa agonía, es llamada a la Casa del Padre en 1949, dejando a su Congregación, en expansión, con 90 casas en tres países y 467 religiosas.
Uno de los milagros por intercesión de Santa Laura, aprobados por la Santa Sede, es la curación de un cáncer en estado terminal de doña Herminia Gonzáles de Álvarez, que vivía en Medellín en 1993.
Los restos de la santa colombiana, descansan en el Santuario de la Luz, en la ciudad de Medellín, en el que se puede visitar la habitación donde ella pasó los últimos momentos de su vida y se puede observar sus reliquias como el primer hábito que usó, sus silicios, un mechón de cabello, entre otros personales.
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Publica: Coordinación de Prensa y Comunicaciones Canal Cristovisión
Fuente: ACI Prensa